lundi 23 mars 2015

Los Funerales de Atahualpa, Luis Montero


Luis Montero es un pintor académico peruano del siglo XIX que viajó mucho especialmente a Florencia, país que influenció bastante sus obras. Esta tendencia al academicismo italiano es notable en la pintura que vamos a estudiar ahora, Los funerales de Atahualpa, que terminó de pintar en 1867. Representa la muerte de Atahualpa, último emperador Inca, que fue asesinado por Francisco Pizarro a la llegada de los conquistadores españoles al Nuevo Mundo. La escena es realista con la omnipresencia de detalles ya sea en el decorado o en las figuras. En los rostros podemos distinguir los diferentes gestos y sentimientos que experimentan los personajes.

Cuando vemos el cuadro, la primera cosa que nos llama la atención son los dos planos que lo componen. Mientras que en la parte inferior se amontonan un sinnúmero de personajes, la parte superior es casi vacia porque representa las paredes del templo donde los funerales tienen lugar.
En el primer plano, dos grupos de personajes se oponen. La mitad derecha del lienzo pone de realce tanto al clero europeo como a Atahualpa. Para nosotras es la parte más llamativa por la concentración de la luz en el lecho en el que descansa el indio. Los colores rojo y verde de su ropa así como las tonalidades claras del habito tradicional religioso de los sacerdotes atraen la mirada del público hacia los protagonistas, como si Montero quisiera que nos fijemos en los motivos que considera más importantes.
En cambio, los tonos del grupo de la izquierda, compuesto por el pueblo indio pintado como si fueran europeos y varios soldados, son mucho más tristes y oscuros como si justificara que no son el centro de la escena sino motivos secundarios.

En nuestra opinión, este cuadro denuncia la evangelización por los españoles del pueblo indígena como lo demuestran los símbolos católicos como la bíblia o el monaguillo que acompaña a los curas. La escena es típica de un funeral cristiano con el velatorio en el que todo el mundo está alrededor del difunto. Nos parece una crítica por parte del pintor porque para nosotras resulta raro que Atahualpa, emperador inca, sea enterrado mediante un funeral católico a pesar de que el catolicismo no fuese su religión. Montero rechaza la sumisión de los indios hacia los conquistadores que imponen su cultura con fuerza (lanzas, cascos, armaduras etc). Esta dominación se nota a través de la posición arrodillada de los indios y de la actitud superior y autoritaria de los europeos ; vemos que uno está tirando del pelo a una mujer.

Los símbolos en los que nos fijamos más son la bandera negra que remite a la Conquista del territorio Inca por los españoles y el orgullo que sienten. Pensamos que la calavera coronada representa el poder revuelto de Atahualpa.
A nuestro parecer, el fondo y más precisamente las columnas mezclan a la vez la exaltación por la riqueza del arte inca y el carácter católico del templo.
Además, el dolor predomina a lo largo de la pintura con el tema de la muerte que vemos con Atahualpa pero también con el hombre en el suelo que parece haber muerto y estar siendo bendecido por el cura con el agua benita. También se nota el sufrimiento a través del pueblo indio con el motivo de ruego de una de las mujeres indias, una marca del cumplimiento de la evangelización por parte de los europeos. 

A través de este cuadro, el pintor quizo mostrar un acontecimiento que tuvo lugar 300 años antes y gracias a ello pudo tener una visión diferente de la historia e interpretar la celebración de la muerte de Atahualpa a su manera.

jeudi 5 mars 2015

Los Cachorros, Mario Vargas Llosa


Una escasa centena de páginas hace de Los Cachorros una lectura maravillosa, como si de un carísimo perfume en un pequeño frasco se tratase.



Nos adentramos en un microcosmos de lo que es toda la sociedad peruana y, más concretamente, la limeña de los años cincuenta. A través de la vida de Pichulita Cuéllar, nos trasladamos a un mundo en el que la hipocresía, la traición y el machismo parecen ser los valores dominantes. Sin embargo, a pesar de presentarnos esta sociedad hostil, el autor no nos abandona ya que consigue entremezclarla con el humor y las anécdotas que siempre acompañan el día a día de los protagonistas para que el lector pueda experimentar todo tipo de sentimientos. La escritura hábil y dinámica caracteriza este relato, una lectura rápida pero que les obligará a poner los cinco sentidos en ella. 



Tras la lectura de Los Cachorros, hubo dos símbolos que nos gustaría destacar porque nos parecieron dos de los toques maestros de la obra. Ellos son :

- El título de la obra : La denominación de “cachorros” es un americanismo que se usa despectivamente para expresar la mala educación. El autor lo emplea para referirse a esos hijos de familias acomodadas, que luego pasarán a ser “tigres y leones”. Pero el término tiene aquí también otra lectura : uno de estos cachorros será atacado por un perro danés agresivo, dejándolo para siempre en su estadio de cachorro (joven que aún no ha evolucionado y no está del todo definido).
- La mariposa : Cuando los amigos están interrogando a Teresita acerca de sus intenciones con “Pichulita”, esta desvía la atención hacia una mariposa, que es perseguida, capturada y asesinada. Podemos identificar a la mariposa con el propio Cuéllar, de forma que la escena es como una miniatura de toda la acción de la novela. El tratamiento de Cuéllar como una mariposa lo convierte en un juguete, en un mero divertimento. Lo persiguen, lo acarician caprichosamente y luego lo matan. Esa actitud despiadada de Teresita se amplía al grupo y, en general, a toda la sociedad.


Los Cachorros es uno de esos libros que los dejarán con una sonrisa de satisfacción en sus caras. Un libro completo y bien rematado que conseguirá darles una visión histórica y de crítica social pero que, sobre todo, les hará pasar dos horas extraordinarias. ¡Esperamos que lo disfruten!