Luis Montero es un pintor
académico peruano del siglo XIX que viajó mucho especialmente a
Florencia, país que influenció bastante sus obras. Esta tendencia
al academicismo italiano es notable en la pintura que vamos a
estudiar ahora, Los funerales de Atahualpa, que terminó de
pintar en 1867. Representa la muerte de Atahualpa, último emperador
Inca, que fue asesinado por Francisco Pizarro a la llegada de los
conquistadores españoles al Nuevo Mundo. La escena es realista con la omnipresencia de detalles ya sea en el decorado o en las figuras.
En los rostros podemos distinguir los diferentes gestos y
sentimientos que experimentan los personajes.
Cuando vemos el cuadro, la
primera cosa que nos llama la atención son los dos planos que lo
componen. Mientras que en la parte inferior se amontonan un sinnúmero
de personajes, la parte superior es casi vacia porque representa las
paredes del templo donde los funerales tienen lugar.
En el primer plano, dos grupos
de personajes se oponen. La mitad derecha del lienzo pone de realce
tanto al clero europeo como a Atahualpa. Para nosotras es la parte
más llamativa por la concentración de la luz en el lecho en el que
descansa el indio. Los colores rojo y verde de su ropa así como las
tonalidades claras del habito tradicional religioso de los sacerdotes
atraen la mirada del público hacia los protagonistas, como si
Montero quisiera que nos fijemos en los motivos que considera más
importantes.
En cambio, los tonos del grupo
de la izquierda, compuesto por el pueblo indio pintado como si fueran
europeos y varios soldados, son mucho más tristes y oscuros como si
justificara que no son el centro de la escena sino motivos
secundarios.
En nuestra opinión, este
cuadro denuncia la evangelización por los españoles del pueblo
indígena como lo demuestran los símbolos católicos como la bíblia
o el monaguillo que acompaña a los curas. La escena es típica de un
funeral cristiano con el velatorio en el que todo el mundo está
alrededor del difunto. Nos parece una crítica por parte del pintor
porque para nosotras resulta raro que Atahualpa, emperador inca, sea enterrado mediante un funeral católico a pesar de que el catolicismo no fuese su religión. Montero rechaza la
sumisión de los indios hacia los conquistadores que imponen su
cultura con fuerza (lanzas, cascos, armaduras etc). Esta dominación
se nota a través de la posición arrodillada de los indios y de la
actitud superior y autoritaria de los europeos ; vemos que uno está
tirando del pelo a una mujer.
Los símbolos en los que nos
fijamos más son la bandera negra que remite a la Conquista del
territorio Inca por los españoles y el orgullo que sienten. Pensamos
que la calavera coronada representa el poder revuelto de Atahualpa.
A nuestro parecer, el fondo y
más precisamente las columnas mezclan a la vez la exaltación por la
riqueza del arte inca y el carácter católico del templo.
Además, el dolor predomina a
lo largo de la pintura con el tema de la muerte que vemos con
Atahualpa pero también con el hombre en el suelo que parece haber
muerto y estar siendo bendecido por el cura con el agua benita. También se
nota el sufrimiento a través del pueblo indio con el motivo de ruego
de una de las mujeres indias, una marca del cumplimiento de la evangelización por parte de los
europeos.
A través de este cuadro, el pintor quizo mostrar un acontecimiento que tuvo lugar 300 años
antes y gracias a ello pudo tener una visión diferente de
la historia e interpretar la celebración de la muerte de Atahualpa a
su manera.